- Área: 350 m²
- Año: 2007
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Fotografías:Gabriel López
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El suelo de la histórica villa de Daroca se levanta para mostrar toda la riqueza de su pasado al público.
La capa superficial se eleva como una gran cubierta, mostrando su interior desde la calle y los valiosos restos arqueológicos que aparecen bajo ella. El edificio se genera desde el tejido urbano, como un nuevo espacio público que cubre y protege la historia de esta ciudad y el carácter representativo de la institución regional fundada sobre este antiguo lugar.
La relevancia histórica de los restos reside en que permite datar la fundación de la ciudad en el periodo celtíbero, nueve siglos antes de la hipótesis inicial, que establecía un origen medieval de la villa. Por este motivo, la institución promovió un concurso de ideas, con el objetivo de resolver la relación entre la necesidad inicial de un área de aparcamiento y la presencia de los hallazgos arqueológicos, considerando además que esta actitud debería ser un ejemplo para los promotores locales privados.
El proyecto ganador creaba un nuevo espacio público para la ciudad, entendido como una superposición de capas, que pertenecen a diferentes etapas, desde hace 2.000 años hasta la actualidad, y en las que su relevancia no reside en cada una de ellas, sino en la suma conciliada de las mismas. Como un museo abierto a la calle, muestra al ciudadano la riqueza de su propio pasado.
El equipo arqueológico encontró los muros de dos casas islámicas del Siglo X, cinco arcos que posiblemente pertenecieron al Palacio del Almudi (una mítica construcción medieval del Siglo XV no ubicada hasta entonces), una sección de una importante calzada romana, y dos silos de almacenaje celtíberos del Siglo I.
Los nuevos usos institucionales establecen un rico diálogo con estas históricas estructuras, esculpiendo un espacio con múltiples niveles, que albergan una sala de conferencias en el primero, y una sala para reuniones en el espacio entre arcos y un pequeño museo en el nivel más bajo, que se entiende como un cofre del tesoro para guardar las pequeñas piezas (cerámica, monedas, etc.) encontradas en la excavación. No se trata de traer el pasado a nuestros días, sino de encontrar un modo de convivir con él.
Cubriendo y protegiendo todo, la cubierta-plaza incorpora los usos exteriores de las oficinas comarcales y un aparcamiento temporal. Concebido como la principal fachada del edificio, se desarrolla en continuidad con las estrechas calles de la histórica ciudad, expandiendo su misma textura pétrea en una nueva plaza pública, e integrando una interpretación contemporánea de las trazas de los antiguos muros de las capas inferiores, mediante luminarias que aparecen por la noche dando color al lugar.
Construir en la ciudad histórica demanda una meticulosa elección y uso del material, y lo que es más importante, la adopción de una actitud sobre ello, que en este caso se basa en la elección de la coexistencia en lugar del mimetismo, desde una construcción de hormigón y acero delicada con el lugar, atenta con la memoria histórica y coherente con las necesidades contemporáneas. Un fuerte caparazón de hormigón protege el interior, y permite completar la excavación cómodamente soportando los empujes laterales. Su esfuerzo se muestra de forma natural como la textura interior. El uso de planchas de acero corten permite delimitar el área, articular los recorridos, y preservar los restos arqueológicos.
Una singular imagen se genera dentro de la ciudad, un silencioso palimpsesto que nace desde el respeto, no desde una mera estrategia de conservación sino desde el entendimiento del lugar.